lunes, 2 de julio de 2007

Madryn le sienta mal

Tenía todo controlado y sin sobresaltos. El temible Brown no encontraba la manera de inquietar a Vivaldo, los minutos se consumían, la Lepra aguantaba, Pomba despejaba todo lo que anduviera cerca y la Lepra se llevaba a Mendoza un puntito fundamental de cara a la revancha del jueves.

Pero llegó el minuto 44, ese instante fatal para Leo Ramos e Independiente, y clave para la agónica y (hasta por ese entonces) impensada victoria madrynense. Un pelotazo largo de un defensor local cayó en el área de los azules, el ex defensor de River y Estudiantes -ante el acoso de Ruiz- corrió para cubrirla y que Vivaldo sacara del arco. Pero -¡chan!- Leo se confió, Nacho fue al piso, se la robó y después entre Álvarez y Uranga se encargaron de hacer delirar a una gran parte de Madryn, y también de San Juan.

Entre el error de Ramos (debió despejar o no confiarse en la cobertura) y el mérito de Ruiz (no dio por perdida la pelota ni aún perdida) se consumió el desenlace de un partido que parecía tener sellado el 0-0. Y ese era el mejor resultado para la Lepra.

Como si los currículum no pesaran (Brown lleva casi 3 años sin perder en su cancha), hasta los 15 minutos del segundo tiempo, el local estableció un duelo de paridades ante un Independiente que le hizo fuerza en base al control de la pelota y al máximo aprovechamiento de cada jugada de balón detenido. De hecho, no caben dudas de que la Lepra mereció al menos llevarse un empate y (¿por qué no? hasta la victoria, de no mediar tres intervenciones clave de un enorme Chiarini, a quien no le pesó la responsabilidad de reemplazar al suspendido Diego Luque.

Además de la baja de su arquero, sintió y demasiado Brown el mal de ausencias. Sobretodo las de Walter Aciar y Diego Levato, los motores del medio campo de La Banda. Eso permitió que por momentos la Lepra pudiera hacerse ancho, profundo y peligroso. Bien parado en el fondo, ordenado, con De la Vega y Negri bien abiertos por los costados, el Azul se imponía en la batalla del medio por el timming de Priotti, además del sacrificio de Solís. Faltó que Cordone y Aranda sintonizaran la sintonía fína en el ataque, aunque Bati fue el primer eslabón de la recuperación.

No hubo ni un instante en ese primer tiempo en el que Brown metiera a Independiente contra su arco. Apenas el zurdo Velázquez atinaba a algo distinto.

El complemento no fue diferentes.

El equipo de Sialle se mostraba gélido, impenetrable. Y a Brown no se le caía ni una sola idea. Hasta que Tempesta decidió mandar a la cancha a Martín Uranga. Por movilidad, verticalismo y ganas, el ex CAI fue decisivo para abrir espacios en un trámite cerradísimo. Y una vez más -como ante Rivadavia de Lincoln- apareció en el lugar justo y en el momento indicado para sacarle provecho a ese error forzado de Ramos forzado por Ruiz.

Independiente se fue a Mendoza con la bronca a cuestas de una derrota tan agónica como inmerecida.

Pero no hay tiempo para lamentos.

La revancha es el jueves en La Catedral y ahí es donde la Lepra deberá hacer valer también su larga serie invicta para dar vuelta la historia si es que quiere ser otra vez del Nacional B.

Fuente: Diario Los Andes

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